jueves, febrero 08, 2007

ROCKY BALBOA


El otro día estuve mirando los posters de las películas mientras esperaba a mi polola (que venía más atrasada que no sé qué, para variar) y vi que en todas las películas ponen entre comillas alguna frase fome que dijo algún crítico famoso onda “¡Un triunfo!” o “Una oda al espíritu humano”, o ponen cinco estrellitas, o algún chistecito que tenga que ver con la película, por ejemplo si el póster es de Superman dice “Una película de alto vuelo”, porque los críticos son clever. (Aunque parece que esa era de Vuelo 93, no me acuerdo). En fin, que me dio rabia que ningún póster tuviera algo que escribí yo o las estrellitas que yo le doy a las películas, así que decidí que en esta crítica voy a decir algo para que me lo pongan entre comillas y me paguen un millón de dólares. (Ahora que lo pienso, lo de las estrellitas lo perdono porque los dos millones de estrellitas no caben en el póster. Aunque si la gente ve un poster no dice nada y sólo tiene dos millones de estrellas diría “Wow, esa película Hermes la encontró la zorra” e iría a la boletería y compraría dos entradas al tiro, para verla de nuevo, y se ganaría cien Oscares, aunque no la haya dirigido Clint Eastwood. De nada, película)

Bueno, la película que ahora voy a criticar es una que yo y mi papá hemos estado esperando desde el año uno, que fue la última vez que salió una película de Rocky (Rocky XVII: Boxing Adrianne). Para los que no saben, Rocky es un grandote mongolito con cara de chicle que habla con la boca llena, hace gestos de andar boxeando todo el rato, usa sombrero para el lado (ridículo) y para lo único que sirve es para hacer abdominales cuáticos. (Y sin la maquinita del Llame Ya).

La gracia es que en la primera película (Rocky Uno) nadie lo quería, todos lo basureaban, y hasta la minoca que le gustaba era nerd y no salvaba a nadie. (Rocky la conquistó contándole chistes que no hacen reír ni a las abuelitas) Hasta que llegó el campeón mundial y le ofreció pelear con él. Todo esto porque Amapollo Creed (el campeón) no hallaba con quien pelear para hacerse más publicidad y encontró que sacarle la ñoña a un pobre gil iba a hacer que la gente lo quisiera más. Y bueno, así empezó todo. Porque aunque todos le decían a Rocky que iba a perder, él seguía no más para adelante y hasta se conseguía un entrenador, un viejito gritón (Martín Vargas) que era como el señor Miyagui, pero más caído a la botella.

En esta parte empezaban los discursos Soprole (lo podemos lograr) y la preparación. Pero como Rocky era pobre y no tenía gimnasio con máquinas, ni barritas de cereal, ni zapatillas Michael Jordan, tenía que entrenar como cavernícola en el video clip con las cornetas: Comía huevos crudos, hacía ejercicios en los árboles, le pegaba a los bistecs de la carnicería, saltaba una cuerda de cabra chica, hacía dos millones de abdominales cuáticos (se le reventaban todas las venitas) y salía a correr por Valparaíso. (En esta parte uno se identifica ene porque uno se jura Rocky y decide empezar a hacer ejercicios. O estudiar para la prueba. O entrenar para ser Batman. Desde el lunes eso sí)

La cosa es que llega el final de la película y por fin aparece la pelea. Y como han estado tres horas calentando la sopa con los discursitos y el entrenamiento, uno está con así cada pepa y se emociona hasta las lágrimas al primer combo, que es lo mismo que pasaba con las peleas de El Señor de los Anillos que son después de tres horas de Fredo abrazando a Sam en cámara lenta y del hippie levantando la espada y diciendo “Esta es por Fredo y el futuro de Hobbitlandia, etc”. Y al primer monstruo que le cortan la cabeza uno ya cree que la película es maestra. Aquí lo mismo, pero con combos.

Esta película de ahora es EXACTAMENTE igual a Rocky Uno, pero en vez de todo el mundo decirle “Rocky, vai a perder porque soi pobre” todo el mundo le dice “Rocky, vai a perder porque soi viejo”, o sea el mensaje ya no es social, es cultural. (Pero sigue siendo igual de importante porque es universal)

Así que eso es lo bueno de esta película, que puede verse sin que uno tenga que acordarse de las otras diecinueve Rockies. Da lo mismo que haya peleado con Amapollo, Mario Maraco, o con He-Man, y por eso se llama Rocky Balboa, para decir que la película vale por sí misma. (“Balboa” es el apellido de Rocky, no es un número romano, por si acaso).

En Rocky Balboa Rocky sigue igual de tonto y de cara de chicle, pero tiene un restorán y todo el mundo lo quiere porque en el pueblo de Rocky a la gente le gusta que le cuenten historias lateras mientras comen y que los miren con ojos de perro con sueño. Ahora eso sí todo es más trágico porque al principio vemos que el pobre Rocky ha perdido a su ser más querido, el que le hacía arrumacos después de todas las películas y le daba sentido a su vida: su robot. (El que se compró en Rocky XIV: Millonario y consumista). También se le murió la esposa, pero eso da lo mismo porque lo importante es competir.

Ahora el boxeador más famoso del mundo es un negro creído (Usher) que es como el Chino Ríos del box y que necesita pronto subir los bonos porque todos lo odian. Y justo en Zoom Deportivo muestran en un videojuego digital de computación virtual qué pasaría si pelea Usher (el joven) con Rocky (el viejo) y adivinen, queda la escoba porque según la computadora digital moderna ganaría Rocky. Eso hace que todos quieran ver la pelea virtual en la vida real y le ofrecen plata a Rocky y él la empieza a pensar porque, entre otras cosas, quiere tener algo nuevo que contarle a la lápida cuando vaya a ver al robot al cementerio.

(Aquí quiero decir que ese computador virtual moderno es lo mejor del mundo porque puede hacer todas las peleas falsas que quiera, y es lo único que podría dilucidar de una vez por todas el misterio que durante toda la vida ha intrigado al ser humano: quién gana, Superman o Hulk)

Si no sigo leyendo, soy peor que ROCKY V.
(Abre en otra ventana porque soy todo hacker)