
Ahora iba a escribir la crítica de la mejor película de la historia de las películas del cine del mundo (Children of men), pero como todo el mundo está hablando de la mona gigante (“La pequeña pelmaza”) y nos hace falta teatro, mejor hablo de lo que todos están hablando. O sea, de la Jesmarina.
La Jesmarina es como Pinocho, pero si Giepetto hubiera tenido el boliche en la isla de King Kong, o como si Godzilla hiciera un juguete ordinario con un árbol para hincharle las pelotas un rato a los tanques japoneses. (O a la polilla gigante). Bueno, es horrible el mono, se mueve lento, tiene más articulaciones que un mono de G.I. Joe y se le ven todos los hilos, peor que a un Thunderbird, y esos sí que eran ordinarios.
(Una señora salió en el diario y/o las noticias diciendo que la mona gigante era súper real y que se movía como una niñita de verdad. Señora, dos palabras para usted: Rotter y Krauss. ¿Dónde la vio? Si una cabra chica se viera y se moviera así El Exorcista y El aro serían dos horas de una cabra chica haciendo cualquier cosa y darían el mismo susto que dan las otras, y son maestras)
Bueno la cosa es que le dieron tanto como caja a la mona, que me convencieron de que tenía que informarme, si era un tremendo evento de esos que cambian el mundo y que por eso las noticias cubren hasta por si acaso. Como las gallinas que mató el Chupacabras en Futrono o el avistamiento del trineo del viejo pascuero en el Polo Norte para Navidad. O sea, LA noticia.
Como la cosa también tiene su lado tierno, los periodistas les ponen el micrófono en la cara a los cabros chicos sin dientes y les sacan las medias declaraciones, para que uno se haga una idea más completa del hecho noticioso. Y todos los cabros chicos terminan diciendo cosas como “la gigante errra herrrmosa, y me mirrró, y tenía ojos, y vino a destrrruir al rrrinoceronte porque, porque, porque, es linda la gigante”. Después salen otros y dan noticias falsas como cuando Orson Welles hizo esa transmisión en la radio de El día de la independencia y los tontorrones se suicidaban. Acá mostraban las tres micros dadas vueltas en la Moneda, la manga de giles sacándole fotos con celular a las micros y los tres carabineros que resguardaban con cara de “a mí por qué me asignaron a cuidar esta cuestión si a mí no me hace falta teatro”. Ahí decían que si uno había visto al rinoceronte, que por favor le avisara a la pequeña gigante para que fuera en su caza, porque atrapar al rinoceronte era tarea de todos.
Así que con Lu nos convencimos y decidimos ir a ver a la famosa mona. Nos fuimos en metro y mientras más no acercábamos, más familia con coches y con la cara roja veíamos, y todos fascinados. Cuando llegamos a la plaza no sé cuantito descubrimos que en realidad era importante la cosa porque había como tres millones de personas esperando, y todas las personas tenían al menos uno de los siguientes artículos en la (s) mano (s):
a) Una cámara de video/fotos/celular.
b) Transpiración recién sacada de la frente/del cuello/del ala.
c) Un cabro chico desesperado preguntando dónde estaba la pequeña pelmaza.
d) Una aquinientoslagüitelada, aquinientoslagüitelada, aquinientoslagüitelada.
La mona horrible estaba sentada durmiendo y salía ruido de grillos de unos parlantes gigantes que había a los lados para crear que pareciera que era de noche y que por eso la mona dormía. A eso se refieren los periodistas a que “La ciudad se viste de magia”, porque era de día, y de día no hay grillos. Las viejas lloraban de emoción. (Aunque no sé si eran lágrimas o eran gotas de la frente que se le metían al ojo y vestían la ciudad de magia)
Bueno, aquí quiero quitarle dos mil estrellas al mono de sopetón, porque encuentro el colmo que la contraten para que venga a hacer su pega (cazar al rinoceronte) y la muy chanta se instale a dormir a pierna suelta todo el día, y a ser indiferente y creerse la zorra. Al final pasó menos tiempo despierta que mi primo el que tiene un olor raro siempre. Y peor, porque aunque todos la estuvieran mirando la mona se hacía pis como si fuese muy bonito, y sin que le importara nada. (Aunque mi primo también hace eso y después mi tía se pone a llorar y dice que es malagradecido).
Al final la Jesmarina despertó y partieron como quince giles disfrazados de soldadito de plomo a tironearle los cordeles a la mona para que se moviera y la gente aplaudiera, y todos felices levantando los celulares y los cabros chicos, sorprendidos y llorando de emoción porque la mona levantaba una pierna y miraba para los lados con cara de estar pensando “en realidad yo no pienso porque no tengo cerebro, soy de palo y entera fea, más encima”. O sea, con cara de nada. La mona esperaba un rato y seguía caminando, y se mandaba las medias hazañas cuando comía helado y sacaba la lengua, o cuando parpadeaba, porque era un espectáculo magnífico.
Pero no pasó nada. Esperábamos que por último hubiera una mocha entre la Jesmarina con el famoso rinoceronte a lo King Kong, cuando pelea con los tres terriblefeosaurios, que se agarraran a coscacho, la Jesmarina le hiciera una llave y le clavara su propio cuerno, pero lo único que pasó fue que los soldaditos de plomo le trajeron al pobre rinoceronte enjaulado para que ella moviera la cabezota y parpadeara en cámara lenta, y se pusiera a bailar en el aire como enfermita. Después se sentó en una micro y se fue (a dormir seguramente) mientras todas las viejas se secaban las lágrimas. A mí lo que me dio pena fue el rinoceronte, porque la mona es como la típica cabra chica que le pega a los perros y los papás de premio le compran un helado.
Aquí Lu me dijo que la mona en realidad no salvaba a nadie y yo le dije que no fuera tan negativa, porque la ciudad estaba vestida de magia. Ella me dijo que mejor nos fuéramos a comer un helado y que dejáramos a todas las viejas con los cabros chicos aplaudiendo, y yo le dije bueno ya y partimos. Y tenía razón. Porque al final nosotros con ella nos miramos y es más mágico que cien monas haciendo la coreografía de Thriller en la moneda, y con la presidenta haciendo de Michael Jackson.
No le voy a dar ninguna estrella, porque las estrellas son para las películas, y esto fue arte.
© Hermes.